sábado, 12 de julio de 2008

El pecado original del periodista

José Court

Una de las primeras ilusiones juveniles que se desvanece en cualquier escuela de periodismo del mundo es la relativa a la objetividad. Sin duda, es vital exigir a los estudiantes de esta carrera que descarten de plano cualquier fantasía de perfección teórica imposible de trasladar a la práctica noticiosa. Ciertamente, esto no sólo aplica para el ámbito de los servidores públicos de la información, sino también a los restantes trabajadores del área social. No obstante, los peligros de creer en este ideal del método científico positivista son mayores en quienes cumplen la labor de construir la noticia, pues puede desviarlos de su verdadero propósito. Por ese motivo, es de suma importancia señalarles cuanto antes el pecado original de su nacimiento profesional: la subjetividad.

De lo antes expuesto muchos han tomado conciencia y ya evaden la idealizada palabrita. Ahora se emplean términos un tanto diferentes: veracidad y equilibrio informativo. Desafortunadamente, el cambio no es realmente sustancia, pues con los dos conceptos surgen problemas similares.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, veraz es todo aquel “que dice, usa o profesa siempre la verdad”. Sin que se den muchos rodeos al asunto, es fácil notar su franca imprecisión. Volvemos al punto anterior, ¿cuál es la verdad?, ¿quién puede juzgar lo que es verdad y lo que no? Primer punto: la verdad no existe, pero nadie puede acceder a ella, sino aproximarse tímidamente. Segundo punto: ni los periodistas, ni los gobiernos, ni el público pueden escapar de su subjetividad, por lo que ninguno posee autoridad alguna para decidir cuál es esa deseada verdad. Como puede verse, nada nuevo bajo el sol nos ofrece la veracidad.

Un caso similar se produce con la denominación “equilibrio informativo”. En líneas generales, ésta propone a los medios y periodistas que presenten la mayor cantidad de puntos de vista sobre la realidad a la hora de construir noticias. Es verdad que parece aceptable a primera vista, pero sigue sin resolver el problema, ya que, a fin de cuentas, todavía tendría una influencia la visión del periodista. Dependería de su propia interpretación la tarea de jerarquizar, organizar y estructurar la información.

En otras palabras, con la objetividad, la veracidad y el equilibrio informativo se anda caminando por distintas zonas del mismo campo minado. Si se observa con cuidado, cada una de estas alternativas podría ser rebatida con argumentos bastante semejantes. En ese sentido, pretender establecer matices no luce demasiado necesario a la hora de reflexionar sobre estos tres aspectos.

No nos llamemos a autoengaño. Narrar y describir una protesta de trabajadores, una medida gubernamental o una decisión del bando opositor jamás podrá tener objetividad. Ante todo, el periodista es un ser humano y, como tal, tiene creencias combinadas con prejuicios, las cuales ejercen una presión de ancla que no se puede deslastrar. Su interpretación de los fenómenos estará marcada por ambas variables y, en consecuencia, distorsionará la versión que divulgue a la sociedad.

Otro factor de peso radica en que el reportero también es un ciudadano de un país y del mundo. Es evidente que se encuentra dentro de la esfera de la historia y no está en condiciones de salirse de ella. Al ser un individuo en condiciones de votar, opinar o tomar posiciones, no se diferencia mucho del resto de los habitantes de una nación. Sus intereses individuales están en juego, así como los de su familia y los del medio en que trabaja, sea cual sea. En cierta manera, forma parte de su mismísimo ambiente laboral. Un jugador en la banca de un equipo de fútbol jamás podrá narrar el partido con equilibrio; lo mismo sucede con un periodista venezolano en Venezuela o uno estadounidense en su tierra natal. El primero puede estar a favor del gobierno o en su contra. El segundo puede ser republicano o demócrata. Eso sin contar los que no se enmarcan en ninguno de esos bandos.

Eleazar Díaz Rangel, durante una charla en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela, afirmó tajantemente su confianza en el equilibrio informativo, basándose en su experiencia como director del diario Últimas Noticias. “Yo sí creo que en el equilibrio informativo”, aseguró. Para ello, comparó la cantidad de noticias que apostaban por un sector y las que hacían otro tanto con el contrario. Efectivamente, en su medio había cierta proporción entre aquellas “pro-gobierno” y aquellas “pro-oposición”, en especial si se lo comparaba con El Nacional, medio opositor, y Vea, medio oficial. No en balde los numeritos, la garantía de información veraz sigue sin ser garantizada. El equilibrio no se da solo cuantitativamente, sino además cualitativamente en la construcción de cada noticia, en los verbos y en los adjetivos, en las descripciones y los relatos, en la selección de tales o cuales declaraciones, entre otros elementos constitutivos de la noticia. Sin cuestionar el esfuerzo del reconocido investigador, no se puede zanjar con cuentas aritméticas un problema de basamento humano.

Y es que ni siquiera las matemáticas tienen su garantía de precisión y verdad absoluta. Como ya lo dijo Heisenberg con su Principio de Incertidumbre, “lo que estudias, lo cambias”. El número pi siempre será una aproimación, por más decimales que se le saquen. Si esto aplica para la más precisa de nuestras ciencias, ¿qué quedará para la interpretación de nuestra cada vez más compleja realidad social de subterfugios, engaños mutuos y acuerdos debajo de la mesa?

Para los sueños de un recién llegado a una escuela de periodismo, resulta un duro golpe, casi cruel, llevarle de sopetón a una situación de desequilibrio informativo, subjetividad y poca veracidad. Sin embargo, ¿qué remedio le queda a uno si no es asumir las cosas tal y como son? Uno podría no querer decírselos, mas eso traería consecuencias nefastas en su desempeño profesional. Bajo la premisa de la imparcialidad, esos próximos periodistas podrían creer en la existencia de una única verdad, nada más y nada menos que la suya. A lo largo de toda la historia y por individuos que creen tener la razón, se han cometido gran parte de los errores de la humanidad. Mejor que trabajen con los pies en la tierra, conscientes de sus limitaciones, para así poder darle a la población algo que se acerque lo máximo posible a la verdad, sin que se le presente como la realidad pura. Valdrá la pena el intento.

En el caso del resto de los mortales que no son reporteros y que quieren aproximarse a una cierta comprensión de lo que sucede en su entorno, no queda otra cosa que sugerirles que tomen un papel activo y hagan una lectura plural de los diarios a su alrededor. Será la mayor proximidad que podrán tener con la realidad y la objetividad. Pero cambiemos el ángulo del prisma, no seamos tan fatalistas. Pensándolo bien, se está mejor así, puesto que, a la hora de la verdad, la subjetividad de los sentimientos es la que nos hace humanos. Y eso es preferible a la fría objetividad de un robot.


(4o semestre - Taller de Redacción II - 2008-1)

2 comentarios:

JC80 dijo...

Este ensayo no lo tenía en la pc, así que tuve que redactarlo de nuevo. Por las prisas de mandarlo, cometí algunos errores que espero subsanar con una fe de erratas (Nos pelamos, diría Últimas Noticias):

Párrafo 2: Donde se lee "sustancia", es "sustancial".
Párrafo 3: "La verdad no existe", quise decir "sí existe".
Párrafo 9: No es "aproimación", sino "aproximación".

Perdonen los detalles, la próxima vez no borraré mis redacciones del computador.

José Court

Carlos Gutiérrez dijo...

Excelente forma de enmendar. La recomiendo para quienes escriban y detecten problemas o para otros/as comentaristas. De hecho, me parece esto mejor que revisar y republicar, porque resulta mucho más instructivo para todos/as.