Vanessa Hernández
La lucha que han sostenido las mujeres a lo largo de los años por la igualdad de géneros no ha sido un mero capricho ni se ha quedado sólo en palabras. Al contrario, ha reflejado un fuerte deseo y una actitud constante por defender a un sector al que se ha intentado ignorar. Dicha lucha podemos encontrarla en las páginas de los libros de historia, pero también podemos verla en nuestro entorno. El mal llamado “sexo débil” ha tomado las riendas de trabajos fuertes.
En este sentido, las mujeres y los hombres son, socialmente hablando, iguales. Es precisamente esa igualdad lo que tanto se ha defendido. No puede existir discriminación sexual en el campo laboral ni tampoco se puede desechar la opinión de las féminas en asuntos de interés social. En consecuencia, tampoco se puede rechazar la opinión de los hombres en temas que, para algunos, sólo conciernen a las mujeres. Por esta razón, un asunto controversial como el aborto no puede estar limitado a un sector.
No se puede afirmar que el aborto reivindica los derechos de las mujeres. Una afirmación como ésta elude todas las responsabilidades que puede llevar consigo esa práctica. La legalización del aborto no es un premio a la lucha de las mujeres, tampoco es un problema moral como ha planteado la Iglesia. Es una medida necesaria ante una serie de circunstancias que transforman todo lo positivo, que puede significar traer un niño al mundo, en algo negativo, amenazador y traumático. Tal es el caso de las violaciones, niños enfermos o las situaciones donde este en peligro la vida de la madre.
La Iglesia Católica y algunos movimientos sociales rechazan el aborto, hasta el punto de impedir cualquier clase de dialogo. Se apela al derecho a la vida, al pecado, al delito, en fin, a una serie de argumentos que ven al mundo en blanco y negro, bueno o malo. Si queremos que reine un ambiente justo en torno al aborto, no podemos decir que éste sólo beneficia a las mujeres o que la opinión del sexo masculino es innecesaria. Debemos abrir las puertas a las recomendaciones y a las críticas. El aborto no es un juego y aquellos que defienden los derechos de las mujeres lo saben.
(4o semestre - Taller de Redacción II - 2008-1)
La lucha que han sostenido las mujeres a lo largo de los años por la igualdad de géneros no ha sido un mero capricho ni se ha quedado sólo en palabras. Al contrario, ha reflejado un fuerte deseo y una actitud constante por defender a un sector al que se ha intentado ignorar. Dicha lucha podemos encontrarla en las páginas de los libros de historia, pero también podemos verla en nuestro entorno. El mal llamado “sexo débil” ha tomado las riendas de trabajos fuertes.
En este sentido, las mujeres y los hombres son, socialmente hablando, iguales. Es precisamente esa igualdad lo que tanto se ha defendido. No puede existir discriminación sexual en el campo laboral ni tampoco se puede desechar la opinión de las féminas en asuntos de interés social. En consecuencia, tampoco se puede rechazar la opinión de los hombres en temas que, para algunos, sólo conciernen a las mujeres. Por esta razón, un asunto controversial como el aborto no puede estar limitado a un sector.
No se puede afirmar que el aborto reivindica los derechos de las mujeres. Una afirmación como ésta elude todas las responsabilidades que puede llevar consigo esa práctica. La legalización del aborto no es un premio a la lucha de las mujeres, tampoco es un problema moral como ha planteado la Iglesia. Es una medida necesaria ante una serie de circunstancias que transforman todo lo positivo, que puede significar traer un niño al mundo, en algo negativo, amenazador y traumático. Tal es el caso de las violaciones, niños enfermos o las situaciones donde este en peligro la vida de la madre.
La Iglesia Católica y algunos movimientos sociales rechazan el aborto, hasta el punto de impedir cualquier clase de dialogo. Se apela al derecho a la vida, al pecado, al delito, en fin, a una serie de argumentos que ven al mundo en blanco y negro, bueno o malo. Si queremos que reine un ambiente justo en torno al aborto, no podemos decir que éste sólo beneficia a las mujeres o que la opinión del sexo masculino es innecesaria. Debemos abrir las puertas a las recomendaciones y a las críticas. El aborto no es un juego y aquellos que defienden los derechos de las mujeres lo saben.
(4o semestre - Taller de Redacción II - 2008-1)
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