viernes, 8 de agosto de 2008

Belicismo venezolano

José Court

Con la ansiedad por compañera, el corresponsal extranjero estacionó cerca del Alba Caracas. “Protégeme, Santa María, Buda o Alá, el que sea verdadero”, suplicó, mirando al cielo con los ojos aguados. Aún tenía en la memoria las tenebrosas advertencias de guerra de Hugo Chávez, estruendosamente difundidas por la televisión, en directo desde Venezuela. También tenía fija la declaración filtrada al exterior de los empresarios opositores hace unos años, dando apoyo a un paro de larga duración. Sus labios apretados y la tez desteñida le hicieron recibir burlas a lo largo de todo el recorrido por las instalaciones del hotel. “La violencia política está tan enclavada que ya ni se asustan. ¡Son iguales a los espartanos!”, pensó a las puertas de la sala temporal de negociaciones.

A derecha e izquierda del auditorio, podía ver a los empresarios cuchichear con impaciencia sus planes estratégicos en la sala de reuniones. Al frente, el asiento del líder rival acababa de ser ocupado por quien le correspondía. La mesa estaba servida para las tensas discusiones de bandos jurados a muerte y que luchaban el control de la nación. Como no queriendo la cosa, el periodista europeo se sentó en el puesto más cercano a la salida.

El presidente emprendió su perorata con suma calma. “Esto no es normal, seguro que empieza así para adormecerlos y liquidarlos cuando menos se lo esperen”. Los empresarios miraban al de guayabera roja con cara de sueño apresurado. “Disimulan, pero estoy seguro que en sus chaquetas preparan un dardo envenenado”.

Poco a poco, el discurso fue subiendo en intensidad, aunque no llegaba a los máximos decibeles de otras épocas. “Ya viene el intercambio de disparos, mejor me voy parando”, se dijo en un murmullo, pero la relajación de la gente en los alrededores le indicó que todavía no era necesario. Los escuchas se iban deslizando en las sillas ligeramente, casi como si estuviesen en la comodidad de sus casas. “Parece que tratan de agudizar su estrategia disuasiva. Son unos maestros del engaño”.

Chávez, estratega del gobierno anticapitalista, soltó un par de conminatorias hacia los comandantes del Batallón Polar y del Batallón Banesco. “Los fuerza a soltar sus ahorros, esto es una declaración de conflicto”, meditó, apretando el bolso donde guardaba su casco, su armadura y unos cuantos víveres de extrema necesidad. Mendoza y Escotet intercambiaron unas cuantas palabras inaudibles. “Se viene lo feo. Esta situación es peor que la de Irak y no tiene tanta publicidad”, reflexionó, al tiempo que separaba su espalda del respaldo de la silla.

El duelo comenzaría en cualquier momento, de eso estaba seguro. Fue recordando las conversaciones sostenidas con todos los venezolanos que había conocido en su vida. “Mira, te explico, este gobierno nos manda directo al socialismo cubano de Fidel y sus acólitos”, afirmaba con una sonrisa escéptica un enconado opositor. “Los empresarios son la mano derecha del imperio, los mismitos que planificaron el golpe del 2002 y que ahora andan con lo del golpe suave”, la aseguró cierto embajador criollo de gira mundial.

Con todo y esos perversos antecedentes, las cosas seguían con su pasividad de rutina, como si se tratara de una reunión común y corriente. Todos a su alrededor andaban tranquilazos, cual si se hallaran en algo típico de todos los días. Estaba muy confundido. ¿Se habría equivocado de país? No, sin duda se hallaba en Venezuela, la misma patria que se encaminaba al socialismo del siglo XXI y la misma en la cual los norteamericanos veían en riesgo sus intereses.

Al poco rato, el discurso terminó y los camarógrafos del canal estatal comenzaron a marcharse. Más cerca de él, andaban los empresarios en conversaciones con los periodistas del terruño. De aquí para allá veía los movimientos de gente de ambos sectores, quienes luchaban por no mirarse, aunque sin ningún atisbo de agresividad. “Nos ganamos alguito de rial”, escuchó de la boca de un dueño empresarial. “Con esto nos ganamos unos cuantos votos para las elecciones de noviembre”, comentó algún ministro cuyo rostro no alcanzó a localizar.

Aturdido, salió del lugar. Tropezó varias veces por las distracciones de su pensamiento, sin embargo consiguió dar con la ruta correcta hasta el carro alquilado. Dentro, soltó un suspiro de alivio. Había sobrevivido a la guerra civil aparentemente más cruenta de los últimos años y, con todo y eso, no había salido nadie herido. Le extrañaba el bizarro panorama político del país: los revolucionarios de ultraizquierda se reunían con los empresarios de ultraderecha y la violencia de palabras le ganaba a la de los golpes. “Una patria digna de Ripley, sin duda”, concluyó.

(4o semestre - Taller de Redacción II – 2008-1)

sábado, 2 de agosto de 2008

Pro-institución

Iván Zambrano

“Mamá, quiero ser prostituta”. Este podría ser un ejemplo de aspiración curricular si la profesión más antigua del mundo finalmente se legalizase, en función de que los trabajadores del sexo cambien la clandestinidad de sus talentos por una labor social enfocada a la educación practica del ejercicio sexual ofrecido responsablemente a jóvenes, adultos y novatos sin la supervisión de sus padres, madres, representantes o policías de guardia en la Av. Baralt.

Ciertamente hay muchos aspectos que mejorar para consolidar el Imperio más antiguo y participativo de todos, el Sexo. Primeramente la comunidad de prostitutos y prostitutas a nivel nacional deben dejar de lado el individualismo y organizarse a manera de sindicato, asamblea, Ministerio o cualquier otra forma de institución gubernamental que les de una solidez y reconocimiento dentro del Estado venezolano.

Otro de los pasos a seguir debe ser el de canalizar la labor de los trabajadores sexuales y limpiar la imagen que de ellos se tiene. Cumplen los requisitos mínimos para ser considerados obreros en su rama: tienen un conocimiento práctico del área, poseen una trayectoria y son remunerados por un trabajo al que se someten voluntariamente. Estos requisitos se establecen en función de la prostitución en el sentido más general.

Una vez consolidado un ente que represente a los trabajadores sexuales, los mismos deben ser instruidos en aspectos de higiene, facturación y defensa personal. Su labor deberá ser subsidiada para evitar la especulación y los sobreprecios, puesto que el gobierno debe velar por la seguridad alimentaría no sólo de la boca para afuera. La labor del trabajador sexual se verá orientada a prestar un servicio bien sea de iniciación sexual, perfeccionamiento de técnicas o mero esparcimiento, siempre teniendo las reglas claras, protección física y emocional, se debe velar por no mezclar trabajo con vida personal.

Es importante destacar que la habilitación de locales ambientados para la oferta del servicio, la dignificación y depuración de la labor del prostituto o prostituta harán que corra por la calle del medio y no por la Av. Libertador, una labor que, se legalice o no, se seguirá realizando sin representación gubernamental y sin instrucción higiénica que pudiese evitar cualquier cantidad de problemas y tabúes socio-sexuales. Así que si oye que su hija quiere ser prostituta cuando grande, preocúpese por decirle la verdad de como vienen los bebes al mundo. Sexo seguro, conservan clientes.

(4o semestre - 2008-1 - Taller de Redacción II)

Cárcel ocho estrellas

Iván Zambrano

“Pueblo elegido”, “tierra prometida”, “estadounidense en la luna”, “Venezuela en el Everest”, “el mejor café colombiano”, “Made in Taiwan”, “Gloria al bravo pueblo”, y una excusa que los condensa, el nacionalismo. Un fenómeno de control social versátil, que esta con Dios y con el Diablo, con el fascismo, el comunismo y la democracia. Una forma de hacer política y, por extensión, una estrategia de poder, que nos hace presos de las cárceles más grandes, las naciones.

Incluyente en primer plano, egoísta en tercera persona, causa del constante cambio de la geografía política y llamado “el despertar de los pueblos”. Los mundiales de fútbol se impregnan de él, el doblaje cinematográfico, el Miss Universo, una bandera en la luna y otra en el Everest, hacen pensar en primer lugar que quien conquista un sitio, logra una hazaña o gana una corona, no lo hace a nombre propio, y menos en el de la humanidad, si no de en nombre de la nación para la cual milita.

¿Qué el nacionalismo ha servido históricamente para conservar la pureza racial y para diferenciarnos como grupos sociales? Me pregunto si mientras más genes coincidan entre nosotros más oportunidades de progreso tenemos. La unidad se puede diversificar sin necesidad de fragmentarla.

Por un lado, el nacionalismo enaltece los derechos individuales y de libertad del hombre, que se suponen universales y, por otro, defiende la soberanía nacional, sobre el cual la nación es lo primero y se debe sacrificar todo por ella. Lo que hace a los hombres indiferentes ante los derechos e intereses de cualquier otro grupo social, salvo aquel que tiene el mismo nombre y habla la misma lengua.

Ante todo esto, parece que la condición de “ser humano” no es innata sino adquirida y modificable. Un niño abandonado en la selva no aprendería a hablar ni a mantenerse erguido, seria prácticamente un animal. Para alcanzar y afinar la condición “humana” civilizada con todos sus pro y sus contra, debe convivir en sociedad y formarse dentro de una comunidad cultural. En teoría, más civilizados estarán siempre los habitantes de la gran metrópoli que los de la aldea. Cuanto más universal, internacional, más libre, más mundial, más humano será el hombre.

“Nationality”, 国籍, “Staatsangehörigkeit”, “Nacionalidad”. Por los momentos el término se pronuncia de diversas maneras. Pero, una vez que la palabra “nacionalidad” pueda ser pronunciada en un mismo idioma ¿la habremos perdido? ¿O habremos ganado una más universal?

(4o semestre - 2008-1 - Taller de Redacción II)

Matices

Emilia Díaz

Pareciera que constantemente nos movemos en función de extremos. Observar la actitud de algunos grupos estudiantiles y escuchar sus argumentos es una forma de comprender una visión de mundo. El rechazo manifiesto a tendencias políticas diferentes es un arma ampliamente usada. Minimizar al otro, negarlo o simplemente apartarlo es una estrategia que con frecuencia se convierte en acción. Encontrar un punto en común es considerado por algunos como un error. Un extremo que busca destruir a otro es una constante entre rivales. La inconformidad y la crítica se asoman bajo las palabras del rechazo.

Estas generalizaciones, que podrían ser aceptadas por un grupo de lectores, no siempre son válidas. Si bien es imprescindible para algunos sectores definir una posición clara ante un hecho, las estrategias de negación de otras posibilidades no representan una actitud asumida por todos los estudiantes. Pensar en blanco y negro, sin considerar los grises, es una forma aparente de simplificar las situaciones. ¿No sería esta una manera de huir al análisis de los problemas para encontrar una solución individual ajustada sólo a un interés particular? ¿No es esta una actitud de negación a una parte de la vida?

Somos estudiantes y, en este sentido, deberíamos ser reflexivos. La razón nos llama. Necesita ser ésta nuestra verdadera arma, nuestro verdadero impulso. Partiendo de ella podemos comprender entonces que, entre los extremos puede haber semejanzas, y entre ellos, distintas percepciones. Si la izquierda rechaza a la derecha, niega entonces su principio; al igual que si la derecha anula a la izquierda, se aniquila a sí misma, no hay oposición. Derecha e izquierda se necesitan mutuamente para la discusión, para representar diferentes maneras de comprender la política. Sin embargo, no sólo los partidos y agrupaciones estudiantiles deben ser considerados en estos debates. La población estudiantil tiene también grupos dedicados a otras labores, y estudiantes que realizan otro tipo de reflexión. En este sentido, sus ideas no deben ser apartadas. A veces en los grises, en los matices, se puede hallar la verdadera solución que se escapa de la izquierda, de la derecha, de la política y parte de la razón.

(4o semestre - Taller de Redacción II - 2005-1)

Con tres de azúcar

Beledy González

Aún con aquello de la igualdad de género, la liberación femenina y toda la consciencia que poco a poco ha adquirido la mujer sobre lo poco o nada maravillosos y principescos que son los hombres, seguimos insistiendo en conseguir alguno que “sirva” o “mínimo que te ame”. Es como si se nos llenara la cabeza de astucia, de rechazo, pero el corazón de esperanza, de ingenuidad, de sueños irrealizables que siempre nos parecen completamente posibles. Por dentro somos de azúcar, una melcocha eterna imposible de disfrazar bajo ninguna conducta ruda, ni siquiera bajo el traje de soldadora o ejecutiva.

Parece que buscar la pareja perfecta es una condición inherente al género femenino, pero los hombres tampoco escapan. Tener una pareja para la mayoría de los mortales se vuelve meta de vida, así dure una noche o 50 años. Amar a alguien y sentirse amado, por cursi que suene, se vuelve importante. Como si de verdad se pudiera tener certeza alguna de que se está enamorado o de que alguien te ama.

Así, la cosa más inalcanzable y menos definible empieza a cobrar importancia. Es prioridad sentirse acogido, esperado, respetado, valorado (suspiro) por alguien más. Sin embargo, miles de libros de autoayuda se empeñan en que cada quien construye su felicidad y que andar solito por la vida es lo mejor que te puede pasar, cito: “estar feliz es una decisión consciente”, “depende de cada individuo escoger su felicidad”. Por su parte, la religión lo resolvió de otro modo, lanzándote a manos de un Padre o de varios padres creadores que son el amor infinito y por lo tanto a los que puedes ir a llorar cuando estés sin más compañía que Facebook.

Pero, lo cierto es que las sillas de bares y los divanes de psicólogos se siguen llenando de gente que llora el despecho, que sufre porque no entiende a su pareja, espera a la mujer o al hombre ideal o son bien infelices pero mejor así a andar solos. Lo que me lleva a pensar que eso de andar de dos en dos (en algunos casos más) más allá de la necesidad reproductiva o de la presión social es algo que de verdad se desea. ¿Con qué fines? La respuesta la construimos todos, cuando esperamos desesperados que llegue la pareja, cuando llamamos para cuadrar una cita o cuando llenamos el calendario de mesesitos cumplidos. Pedacitos de satisfacción que nos convencen de que vale la pena el esfuerzo.

(7o semestre - Fuera del marco académico)