Carla Alvarenga
La necesidad de vivir y sentirnos acompañados, no es lo mismo que vivir en sociedad, pues esto último vendría siendo estar rodeado de personas y reglas, pero no de sentimientos ni seres queridos1.
La formación de un grupo, de un grupo familiar, de un grupo de amigos, es un proceso de selección mucho más complejo que el de socialización, a pesar que ambos se realizan por necesidades naturales del hombre, la socialización es un proceso de inserción, mientras que la formación y acoplamiento de un grupo, es una cuestión de selección, preferencias y afinidades específicas.
Los grupos crean vínculos fuertes entre sus integrantes. Lazos especiales y únicos que a su vez caracterizan la interrelación entre los miembros del mismo, creándose así, consciente o inconscientemente ciertas diferencias dentro del grupo como tal. Estas diferenciaciones, cuando se habla de grupos, son producto de la confianza y se entendería la palabra en un sentido más unificador que discriminatorio.
La relación e intimidad de un grupo se ve contrarrestada con la falta de privacidad que existe dentro del mismo, como muy bien lo expresa el coloquio: “la confianza da asco”2, y esta es una frase que se usa generalmente al momento de sentirse tan de los demás, en ese momento que entre bromas y chistes se usan las intimidades de alguno, de uno mismo; en el momento en que los otros se dan cuenta de una relación bajo cuerdas, de un resuelve interno; en esos momentos en los que el respeto parece dejarse a un lado, y los juegos perversos y crueles son los preferidos por los miembros del grupo, juegos perversos que pueden verse como degeneraciones de la amistad o la relación, pero que en realidad son producto de la confianza y la intimidad a la que han llegado esos lazos desarrollados y seleccionados por cada uno de los miembros del grupo.
Los grupos “son un mal necesario”3, como lo preferirían definir algunos, pero es que esos “juegos perversos”, que pueden verse como torturadores, son los que ponen dinamismo al día a día, a la relación, son experiencias que hacen crecer, que dejan conocer, que profundizan los lazos y dejan ver las verdaderas intenciones y sentimientos. Son juegos, bromas que dan luces de lo serio. Perversidades, maldades que resumen intenciones y cariños, que reflejan lo íntimo y buscan hacerse público para dejarse conocer, dejar ver el grado de confianza y hasta dónde han llegado o pueden llegar.4
Los juegos perversos entre los miembros de un grupo son el reflejo de los lazos hechos, de la calidad y profundidad de esos lazos, son espejos sinceros.
(4o semestre - Taller de Redacción II - 2006)
La necesidad de vivir y sentirnos acompañados, no es lo mismo que vivir en sociedad, pues esto último vendría siendo estar rodeado de personas y reglas, pero no de sentimientos ni seres queridos1.
La formación de un grupo, de un grupo familiar, de un grupo de amigos, es un proceso de selección mucho más complejo que el de socialización, a pesar que ambos se realizan por necesidades naturales del hombre, la socialización es un proceso de inserción, mientras que la formación y acoplamiento de un grupo, es una cuestión de selección, preferencias y afinidades específicas.
Los grupos crean vínculos fuertes entre sus integrantes. Lazos especiales y únicos que a su vez caracterizan la interrelación entre los miembros del mismo, creándose así, consciente o inconscientemente ciertas diferencias dentro del grupo como tal. Estas diferenciaciones, cuando se habla de grupos, son producto de la confianza y se entendería la palabra en un sentido más unificador que discriminatorio.
La relación e intimidad de un grupo se ve contrarrestada con la falta de privacidad que existe dentro del mismo, como muy bien lo expresa el coloquio: “la confianza da asco”2, y esta es una frase que se usa generalmente al momento de sentirse tan de los demás, en ese momento que entre bromas y chistes se usan las intimidades de alguno, de uno mismo; en el momento en que los otros se dan cuenta de una relación bajo cuerdas, de un resuelve interno; en esos momentos en los que el respeto parece dejarse a un lado, y los juegos perversos y crueles son los preferidos por los miembros del grupo, juegos perversos que pueden verse como degeneraciones de la amistad o la relación, pero que en realidad son producto de la confianza y la intimidad a la que han llegado esos lazos desarrollados y seleccionados por cada uno de los miembros del grupo.
Los grupos “son un mal necesario”3, como lo preferirían definir algunos, pero es que esos “juegos perversos”, que pueden verse como torturadores, son los que ponen dinamismo al día a día, a la relación, son experiencias que hacen crecer, que dejan conocer, que profundizan los lazos y dejan ver las verdaderas intenciones y sentimientos. Son juegos, bromas que dan luces de lo serio. Perversidades, maldades que resumen intenciones y cariños, que reflejan lo íntimo y buscan hacerse público para dejarse conocer, dejar ver el grado de confianza y hasta dónde han llegado o pueden llegar.4
Los juegos perversos entre los miembros de un grupo son el reflejo de los lazos hechos, de la calidad y profundidad de esos lazos, son espejos sinceros.
(4o semestre - Taller de Redacción II - 2006)
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