domingo, 8 de junio de 2008

Dama en la calle, zorra en la cama

Vanessa Izaguirre

Cuando cae la noche y las luces se apagan comienzan a aparecer las conductas sexuales, desde las clásicas hasta las más insólitas. En la intimidad las personas disfrutan plenamente del sexo, dejando de lado los tabúes o prejuicios a los que están sometidos públicamente.

Aún en el siglo XXI la mayoría de las personas elige la autocensura en cuanto a temas carnales se refiere, pues públicamente no es bien aceptado hablar del placer del sexo, y más aún cuando algunas prácticas son tildadas de extrañas o aberrantes. Sin embargo, estos prejuicios, que todavía existen y son acatados por el común denominador de la población, no impiden la ejecución de la actividad sexual de preferencia en la vida privada.

El sentirse constantemente juzgado por la sociedad ocasiona que el individuo piense que debe esconder lo que le resulta placentero, en cuanto a sexo se refiere, lo que generalmente deriva en una doble conducta: una en presencia de gente y otra en privacidad. Esta “doble vida” hace que el individuo sea, en sociedad, sólo lo que se espera de él, sólo lo moralmente aceptable; aunque esto implique la negación de sí mismo, de sus gustos y preferencias sexuales.

Por otro lado, en su vida privada cada individuo se permite a sí mismo el disfrute del sexo sin ninguna atadura, sin pensar en la opinión de los demás, pues en la intimidad posee la suficiente libertad como para atreverse a ello, sin tener ninguna presión social que lo cohíba.

A lo largo de la historia se ha estigmatizado el goce sexual como algo negativo, sucio o reprochable. Ahora bien, esta actitud no resulta para nada conveniente. Es necesario ir abandonando progresivamente los prejuicios que establecen que “según la moral y las buenas costumbres” el hablar de sexo es malo.

Pues por muy inusuales o extrañas que parezcan, las relaciones sexuales resultan placenteras para la gran mayoría, es por ello que cada quien debería ser libre de expresar sus preferencias públicamente sin el temor a ser rechazado o tachado de inmoral o pervertido. De este modo, estaríamos viviendo en una sociedad mucho más abierta al tema del sexo en donde exista mayor información al respecto y donde no tendríamos que ser diferentes personas, una de día y otra de noche.

(4o semestre - Taller de Redacción II - 2008-1)

1 comentario:

Yimmi Castillo dijo...

...te sorprenderías de la enorme actividad sexual que hay en este país durante el día.
Solo date un paseo por los clasificados de masajistas en los periódicos, llama y pregunta su horario de trabajo. Solo por citar un ejemplo.
Algún día maduraremos sexualmente como sociedad, tal vez entonces se empiecen a solucionar los problemas políticos, económicos y sociales, en ese órden.