Iván Zambrano
“Pueblo elegido”, “tierra prometida”, “estadounidense en la luna”, “Venezuela en el Everest”, “el mejor café colombiano”, “Made in Taiwan”, “Gloria al bravo pueblo”, y una excusa que los condensa, el nacionalismo. Un fenómeno de control social versátil, que esta con Dios y con el Diablo, con el fascismo, el comunismo y la democracia. Una forma de hacer política y, por extensión, una estrategia de poder, que nos hace presos de las cárceles más grandes, las naciones.
Incluyente en primer plano, egoísta en tercera persona, causa del constante cambio de la geografía política y llamado “el despertar de los pueblos”. Los mundiales de fútbol se impregnan de él, el doblaje cinematográfico, el Miss Universo, una bandera en la luna y otra en el Everest, hacen pensar en primer lugar que quien conquista un sitio, logra una hazaña o gana una corona, no lo hace a nombre propio, y menos en el de la humanidad, si no de en nombre de la nación para la cual milita.
¿Qué el nacionalismo ha servido históricamente para conservar la pureza racial y para diferenciarnos como grupos sociales? Me pregunto si mientras más genes coincidan entre nosotros más oportunidades de progreso tenemos. La unidad se puede diversificar sin necesidad de fragmentarla.
Por un lado, el nacionalismo enaltece los derechos individuales y de libertad del hombre, que se suponen universales y, por otro, defiende la soberanía nacional, sobre el cual la nación es lo primero y se debe sacrificar todo por ella. Lo que hace a los hombres indiferentes ante los derechos e intereses de cualquier otro grupo social, salvo aquel que tiene el mismo nombre y habla la misma lengua.
Ante todo esto, parece que la condición de “ser humano” no es innata sino adquirida y modificable. Un niño abandonado en la selva no aprendería a hablar ni a mantenerse erguido, seria prácticamente un animal. Para alcanzar y afinar la condición “humana” civilizada con todos sus pro y sus contra, debe convivir en sociedad y formarse dentro de una comunidad cultural. En teoría, más civilizados estarán siempre los habitantes de la gran metrópoli que los de la aldea. Cuanto más universal, internacional, más libre, más mundial, más humano será el hombre.
“Nationality”, 国籍, “Staatsangehörigkeit”, “Nacionalidad”. Por los momentos el término se pronuncia de diversas maneras. Pero, una vez que la palabra “nacionalidad” pueda ser pronunciada en un mismo idioma ¿la habremos perdido? ¿O habremos ganado una más universal?
(4o semestre - 2008-1 - Taller de Redacción II)
“Pueblo elegido”, “tierra prometida”, “estadounidense en la luna”, “Venezuela en el Everest”, “el mejor café colombiano”, “Made in Taiwan”, “Gloria al bravo pueblo”, y una excusa que los condensa, el nacionalismo. Un fenómeno de control social versátil, que esta con Dios y con el Diablo, con el fascismo, el comunismo y la democracia. Una forma de hacer política y, por extensión, una estrategia de poder, que nos hace presos de las cárceles más grandes, las naciones.
Incluyente en primer plano, egoísta en tercera persona, causa del constante cambio de la geografía política y llamado “el despertar de los pueblos”. Los mundiales de fútbol se impregnan de él, el doblaje cinematográfico, el Miss Universo, una bandera en la luna y otra en el Everest, hacen pensar en primer lugar que quien conquista un sitio, logra una hazaña o gana una corona, no lo hace a nombre propio, y menos en el de la humanidad, si no de en nombre de la nación para la cual milita.
¿Qué el nacionalismo ha servido históricamente para conservar la pureza racial y para diferenciarnos como grupos sociales? Me pregunto si mientras más genes coincidan entre nosotros más oportunidades de progreso tenemos. La unidad se puede diversificar sin necesidad de fragmentarla.
Por un lado, el nacionalismo enaltece los derechos individuales y de libertad del hombre, que se suponen universales y, por otro, defiende la soberanía nacional, sobre el cual la nación es lo primero y se debe sacrificar todo por ella. Lo que hace a los hombres indiferentes ante los derechos e intereses de cualquier otro grupo social, salvo aquel que tiene el mismo nombre y habla la misma lengua.
Ante todo esto, parece que la condición de “ser humano” no es innata sino adquirida y modificable. Un niño abandonado en la selva no aprendería a hablar ni a mantenerse erguido, seria prácticamente un animal. Para alcanzar y afinar la condición “humana” civilizada con todos sus pro y sus contra, debe convivir en sociedad y formarse dentro de una comunidad cultural. En teoría, más civilizados estarán siempre los habitantes de la gran metrópoli que los de la aldea. Cuanto más universal, internacional, más libre, más mundial, más humano será el hombre.
“Nationality”, 国籍, “Staatsangehörigkeit”, “Nacionalidad”. Por los momentos el término se pronuncia de diversas maneras. Pero, una vez que la palabra “nacionalidad” pueda ser pronunciada en un mismo idioma ¿la habremos perdido? ¿O habremos ganado una más universal?
(4o semestre - 2008-1 - Taller de Redacción II)
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